miércoles, 1 de abril de 2009

Adiós a los sermones

Los sermones con los adolescentes no van.

Los límites deben ser conversados como medidas de autocuidado. Al conversar de ellos desde un lugar de respeto y reconocimiento, los jóvenes podrán valorarlos y hacerse cargo de la necesidad de ciertas restricciones.

Al adolescente le genera mucha rabia seguir una restricción que viene desde afuera, mucho más un sermón, por eso, es necesario que vaya entendiendo, poco a poco, la función de autoprotección que cumplen los límites.

Esta construcción debe hacerse todos los días, en situaciones cotidianas. El diálogo sostenido con los hijos, acerca de las prohibiciones, permite que éstas vayan ocupando un lugar amoroso y protector, lo que no quita que en algunos momentos se generen fuertes montos de irritación y frustración. Si queremos adultos responsables para el mañana, tenemos que incentivar la conducta responsable desde la niñez y con mucha fuerza durante la adolescencia.

Evidentemente hay situaciones en que las restricciones no son transables, pero los adultos tenemos que reflexionar muy bien el porqué se da un “no” como respuesta o se pone una limitación. Hay cosas y situaciones en las que se podrá negociar. Cuando los adultos somos claros y damos buenos argumentos, los adolescentes se calman, entienden y se sienten contenidos.

En la consulta, cuando les explico a los jóvenes que hay un secreto profesional respecto de lo que me cuentan, pero que si su vida está en riesgo tendré que acudir a los papás, porque en esos casos es necesario contar con los adultos, los adolescentes lo entienden como una medida de protección hacia ellos y su tratamiento psicológico.
¿Cómo se desarrolla la conciencia de esta autoprotección?
Lo importante es observar de cerca a los hijos. Por ejemplo, si al llegar de las fiestas o al irlos a buscar uno intuye o se percata de que están tomando más de la cuenta, lo más indicado es sentarse con ellos y preguntarles: qué toma, cuánto toma, si mezcla distintos tragos, cuánto lo hace, hace cuándo lo hace, qué hace cuando le siguen ofreciendo, y cómo enfrenta la presión del grupo.

Es de vital importancia primero averiguar, entender claramente en que situación está el adolescente. Es primordial saber indagar: si le preguntan al adolescente ¿tomas mucho o poco?, claramente responderá poco; por eso, el detalle es importante, pero no para enjuiciar, sino que para hacerse una idea clara de lo que está pasando y poder, primero que nada, entender.

Este diálogo es fundamental para conversar con los hijos, explicarles cómo les puede afectar el exceso de alcohol, teniendo en cuenta las consecuencias complicadas, que a ellos les puedan interesar: algunos ejemplos deben venir desde el adulto, también, es importante incentivarlos a que desde su perspectiva aporten con los riesgos que ellos vislumbran.

Los límites son una siembra diaria, en que la cosecha no se ve de inmediato, pero se trata de que, poco a poco, el adolescente logre regularse y manejar más adecuadamente sus impulsos, con autocontrol y capacidad para cuidarse.
Viviana Sosman, psicóloga de la Universidad Diego Portales, especialista en adolescentes.

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Cómo vivimos nuestra sexualidad afecta a nuestros hijos

La relación de pareja es fuente de identificación para los hijos.Un vínculo satisfactorio en lo amoroso y sexual, promueve un adecuado desarrollo psicosexual; una sexualidad madura ligada a los afectos. Los hijos aprenden la sexualidad por identificación con los padres. Durante la niñez este es un proceso que se da en forma inconsciente; los hijos pequeños prefieren negar la sexualidad de los padres, sin embargo desde chicos han ido incorporando en sus mentes y cuerpo la calidad de intimidad amorosa y sexual que tienen sus padres, como se saludan, cuanto se tocan, si se miran, se gustan, como se comunican. Básicamente, están muy atentos a la relación de intimidad que sostienen el papá y la mamá, aunque no sean capaces de verbalizarlo.Durante la adolescencia la percepción del tipo de vínculo que mantienen los progenitores es más consciente; está en plena construcción la identidad tanto femenina como masculina, como se es mujer u hombre son tareas esenciales de la adolescencia.Para potenciar el desarrollo de una sexualidad madura, amorosa y placentera, necesitamos entre otras cosas que el hombre se pueda conectar con lo tierno, amoroso, receptivo y la mujer con el deseo, lo activo, y lo sexual. En este sentido, es muy importante estar en contacto con lo que trasmitimos y mostramos a nuestros hijos; que tipo de relación llevamos con nuestra pareja, que modelos estamos aportando.

Por eso, los invito a reflexionar sobre estos mitos y las consecuencias que ellos tienen, en la construcción de la sexualidad.- El hombre puede mostrar abiertamente su deseo sexual, esto es signo de virilidad. La mujer no debe mostrar su interés, es poco femenino. Hoy sabemos que el deseo sexual es parte de lo humano, tanto el hombre como la mujer deben hacerse cargo de su necesidad sexual.- En relación a la sexualidad, el hombre debe ser más activo, rápido, eficaz y aventurado. La mujer más pasiva, pausada, receptiva, y moderada. Estas son dimensiones de lo humano ni la mujer, ni el hombre tienen que atenerse a una u otra, pueden explorar ambas, siendo a veces uno más activo y otro más pasivo, intercambiando roles, lo que otorga más movilidad a la pareja.- El hombre debe saber de cuestiones sexuales, tiene que satisfacer a la mujer. Esta afirmación recarga al hombre otorgándole toda la responsabilidad del acto sexual. Se trata de una actividad conjunta, en constante construcción, poco a poco hay que irse conociendo e ir incorporando lo que a la pareja le causa placer; eso puede ser fuente importante de amor y complicidad.- Si uno ama a su pareja siempre sabe lo que esta desea sexualmente. Esta declaración es muy peligrosa, la sexualidad no es estática, es fundamental comunicarse con el otro para estar al tanto de lo que necesita.- La relación más completa es la de orgasmo simultáneo. Claramente no. Es necesario conocer y aceptar las diferencias entre hombre y mujer, el preocuparse generosamente del otro sin perder lo propio implica reconocer los distintos ritmos de excitación.He expuesto una serie de mitos que espero puedan contribuir a revisar las ideas que tenemos sobre la sexualidad, ver como estas influyen en nosotros y reflexionar sobre lo que trasmitimos a nuestros hijos. La relación de pareja es fuente de identificación para los hijos.

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