jueves, 7 de mayo de 2009

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miércoles, 1 de abril de 2009

Adiós a los sermones

Los sermones con los adolescentes no van.

Los límites deben ser conversados como medidas de autocuidado. Al conversar de ellos desde un lugar de respeto y reconocimiento, los jóvenes podrán valorarlos y hacerse cargo de la necesidad de ciertas restricciones.

Al adolescente le genera mucha rabia seguir una restricción que viene desde afuera, mucho más un sermón, por eso, es necesario que vaya entendiendo, poco a poco, la función de autoprotección que cumplen los límites.

Esta construcción debe hacerse todos los días, en situaciones cotidianas. El diálogo sostenido con los hijos, acerca de las prohibiciones, permite que éstas vayan ocupando un lugar amoroso y protector, lo que no quita que en algunos momentos se generen fuertes montos de irritación y frustración. Si queremos adultos responsables para el mañana, tenemos que incentivar la conducta responsable desde la niñez y con mucha fuerza durante la adolescencia.

Evidentemente hay situaciones en que las restricciones no son transables, pero los adultos tenemos que reflexionar muy bien el porqué se da un “no” como respuesta o se pone una limitación. Hay cosas y situaciones en las que se podrá negociar. Cuando los adultos somos claros y damos buenos argumentos, los adolescentes se calman, entienden y se sienten contenidos.

En la consulta, cuando les explico a los jóvenes que hay un secreto profesional respecto de lo que me cuentan, pero que si su vida está en riesgo tendré que acudir a los papás, porque en esos casos es necesario contar con los adultos, los adolescentes lo entienden como una medida de protección hacia ellos y su tratamiento psicológico.
¿Cómo se desarrolla la conciencia de esta autoprotección?
Lo importante es observar de cerca a los hijos. Por ejemplo, si al llegar de las fiestas o al irlos a buscar uno intuye o se percata de que están tomando más de la cuenta, lo más indicado es sentarse con ellos y preguntarles: qué toma, cuánto toma, si mezcla distintos tragos, cuánto lo hace, hace cuándo lo hace, qué hace cuando le siguen ofreciendo, y cómo enfrenta la presión del grupo.

Es de vital importancia primero averiguar, entender claramente en que situación está el adolescente. Es primordial saber indagar: si le preguntan al adolescente ¿tomas mucho o poco?, claramente responderá poco; por eso, el detalle es importante, pero no para enjuiciar, sino que para hacerse una idea clara de lo que está pasando y poder, primero que nada, entender.

Este diálogo es fundamental para conversar con los hijos, explicarles cómo les puede afectar el exceso de alcohol, teniendo en cuenta las consecuencias complicadas, que a ellos les puedan interesar: algunos ejemplos deben venir desde el adulto, también, es importante incentivarlos a que desde su perspectiva aporten con los riesgos que ellos vislumbran.

Los límites son una siembra diaria, en que la cosecha no se ve de inmediato, pero se trata de que, poco a poco, el adolescente logre regularse y manejar más adecuadamente sus impulsos, con autocontrol y capacidad para cuidarse.
Viviana Sosman, psicóloga de la Universidad Diego Portales, especialista en adolescentes.

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Cómo vivimos nuestra sexualidad afecta a nuestros hijos

La relación de pareja es fuente de identificación para los hijos.Un vínculo satisfactorio en lo amoroso y sexual, promueve un adecuado desarrollo psicosexual; una sexualidad madura ligada a los afectos. Los hijos aprenden la sexualidad por identificación con los padres. Durante la niñez este es un proceso que se da en forma inconsciente; los hijos pequeños prefieren negar la sexualidad de los padres, sin embargo desde chicos han ido incorporando en sus mentes y cuerpo la calidad de intimidad amorosa y sexual que tienen sus padres, como se saludan, cuanto se tocan, si se miran, se gustan, como se comunican. Básicamente, están muy atentos a la relación de intimidad que sostienen el papá y la mamá, aunque no sean capaces de verbalizarlo.Durante la adolescencia la percepción del tipo de vínculo que mantienen los progenitores es más consciente; está en plena construcción la identidad tanto femenina como masculina, como se es mujer u hombre son tareas esenciales de la adolescencia.Para potenciar el desarrollo de una sexualidad madura, amorosa y placentera, necesitamos entre otras cosas que el hombre se pueda conectar con lo tierno, amoroso, receptivo y la mujer con el deseo, lo activo, y lo sexual. En este sentido, es muy importante estar en contacto con lo que trasmitimos y mostramos a nuestros hijos; que tipo de relación llevamos con nuestra pareja, que modelos estamos aportando.

Por eso, los invito a reflexionar sobre estos mitos y las consecuencias que ellos tienen, en la construcción de la sexualidad.- El hombre puede mostrar abiertamente su deseo sexual, esto es signo de virilidad. La mujer no debe mostrar su interés, es poco femenino. Hoy sabemos que el deseo sexual es parte de lo humano, tanto el hombre como la mujer deben hacerse cargo de su necesidad sexual.- En relación a la sexualidad, el hombre debe ser más activo, rápido, eficaz y aventurado. La mujer más pasiva, pausada, receptiva, y moderada. Estas son dimensiones de lo humano ni la mujer, ni el hombre tienen que atenerse a una u otra, pueden explorar ambas, siendo a veces uno más activo y otro más pasivo, intercambiando roles, lo que otorga más movilidad a la pareja.- El hombre debe saber de cuestiones sexuales, tiene que satisfacer a la mujer. Esta afirmación recarga al hombre otorgándole toda la responsabilidad del acto sexual. Se trata de una actividad conjunta, en constante construcción, poco a poco hay que irse conociendo e ir incorporando lo que a la pareja le causa placer; eso puede ser fuente importante de amor y complicidad.- Si uno ama a su pareja siempre sabe lo que esta desea sexualmente. Esta declaración es muy peligrosa, la sexualidad no es estática, es fundamental comunicarse con el otro para estar al tanto de lo que necesita.- La relación más completa es la de orgasmo simultáneo. Claramente no. Es necesario conocer y aceptar las diferencias entre hombre y mujer, el preocuparse generosamente del otro sin perder lo propio implica reconocer los distintos ritmos de excitación.He expuesto una serie de mitos que espero puedan contribuir a revisar las ideas que tenemos sobre la sexualidad, ver como estas influyen en nosotros y reflexionar sobre lo que trasmitimos a nuestros hijos. La relación de pareja es fuente de identificación para los hijos.

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viernes, 19 de diciembre de 2008

Manifestaciones de la sexualidad en la infancia

Los niños desde el día que nacen asimilan concepciones e ideas sobre la sexualidad, aspecto fundamental de la identidad humana. El hogar, inicialmente, es el lugar más significativo para experimentar sobre este tema, entonces, es necesario brindar confianza desde el inicio para que los niños, posteriores adolescentes, tengan libertad para ir explorando y conociendo acerca de si mismos con seguridad para hacer las preguntas necesarias en el futuro.

A forma de guía relataré sintéticamente las distintas temáticas acerca de la sexualidad según la edad.

Cero a los dos años: El tono de voz en que les hablamos a ellos y a sus cuerpos, la forma en que los tocamos sus distintas partes como los lavamos, y cambiamos pañales, va conformando la comunicación acerca de la sexualidad. Es normal que como parte de irse descubriendo y conociendo los menores de dos años exploren las distintas partes de sus cuerpos entre ellos los genitales.
Si como adultos nos asustamos o reprendemos por esta curiosidad, ya estamos dando un mensaje que implica que lo ligado al cuerpo y la sexualidad es algo malo.

Tres a cinco años: En esta etapa los niños ya logran identificar que los hombres y las mujeres tenemos distintos órganos sexuales. Siempre es muy necesario decir las cosas por su nombre, todas las partes del cuerpo tiene un nombre específico así como hablamos de las piernas, los codos, las manos, también es lógico hablar de pene, vagina, senos.
En esta etapa también surgen las dudas y preguntas acerca de donde venimos. Los niños pequeños tienen curiosidad sobre los cuerpos de sus padres y de otros niños. Pueden jugar al “doctor” para mirarse los órganos sexuales. Esta es una forma muy común que utilizan los niños para averiguar sobre las diferencias de sexos y explorar sobre su sexualidad.
Muchos niños tocan sus órganos sexuales para sentir placer. La masturbación es muy común durante esta etapa. Es importante no reprimir esta acción y tomarlo como algo natural, pero enseñarles que se debe hacer en privado.

De cinco a siete años: En este período los niños están empezando a descubrir su propia feminidad o masculinidad, puede ser que sólo quieran estar con personas de su mismo sexo. Por eso es muy común que digan que odian a los niños del sexo opuesto.
Durante el comienzo de la educación básica y por el mayor acceso a los medios de comunicación comienzan a introducirse temas como el SIDA, la violación, y el abuso de niños. Es necesario irles explicando en la medida que van preguntando.

Los pre-adolescentes, aproximadamente entre, ocho a doce años: Aquí es necesario conversar sobre la menstruación, las poluciones nocturnas y otros dudas o curiosidades que traigan los púberes. Los pre-adolescentes se preocupan mucho si son “normales.” Los varones por el tamaño de su pene, las niñas por volumen de sus senos. Es frecuente que se miren y toquen sus órganos sexuales. Esto lo hacen con amigos de los dos sexos. Esta clase de juego sexual no hace que un niño(a) sea homosexual o heterosexual es parte del proceso de desarrollo.
La mayoría de los niños de 12 años ya están listos para saber acerca del sexo y la reproducción.

Necesitan informarse sobre las relaciones sexuales y sociales, saber acerca de las infecciones transmitidas sexualmente, los métodos anticonceptivos, y las consecuencias del embarazo durante la adolescencia y como todo esto puede traer importantes consecuencias para su futuro.
Espero esto pueda orientar acerca de las distintas necesidades según cada etapa, sin embargo, es fundamental: siempre estar muy alerta a lo que cada hijo va requiriendo en ese momento, ésta es, sencillamente, una guía que no sustituyen ir construyendo la relación y comunicación de manera constante y contactada con los hijos.

Por Viviana Sosman, psicóloga de la Universidad Diego Portales, especialista en adolescentes.

Los peligros de Internet

Me gustaría ilustrar la siguiente escena:

Gonzalo, está con música fuerte en la pieza. El papá golpea la puerta una vez.
Papá: Gonzalo, teléfono. Gonzalo, no contesta……..
Papá: Gonzalo ¿no escuchaste?, teléfono.
Gonzalo: …………..ya va, papá.
Papá: Gonzalo ¿te pasa algo?, te llaman por teléfono.
Gonzalo: ………… ya voy.
El papá se preocupa y abre la puerta. Al entrar observa y se sorprende de ver como su hijo está como atontado, casi inmovilizado viendo una escena sexual de un hombre con dos mujeres. Gonzalo tiene una excitación evidente que no le permite pararse para ir a atender el teléfono.
Papá: ¿qué estás haciendo? ¿metido en Internet en vez de estudiar? Ahora mismo saco Internet de esta casa (en tono exaltado).

Esto les puede pasar a muchos padres de adolescentes que saben que las nuevas tecnologías cibernéticas pueden ser una puerta abierta por la que sus hijos pueden acceder a informaciones útiles y valiosas, pero también a universos que no son los más recomendables para una persona que se encuentra muy vulnerable y que está plena en formación de su identidad. Ahora bien la solución del ejemplo resulta muy abrupta e impulsiva pues ésta no pasa por poner a la web como el enemigo y borrarlo del mapa.

Hoy cada vez más, veo en la consulta como el espacio virtual puede constituirse en una herramienta adictiva, lo que no siempre es correctamente dimensionado ni por los padres ni por los adolescentes. El peligro de Internet es cómo brinda la posibilidad tan fácil y rápida de ser otro con sólo desearlo.

La pornografía constituye una forma de sustituir la sexualidad incipiente y real con un otro con el que me siento expuesto y vulnerable, por una experiencia aparentemente menos riesgosa que me permite ser un observador “privilegiado” Tomar imaginariamente el lugar del hombre experimentado y audaz con las fantasías omnipotente de que eso es lo que las mujeres quieren y valoran.

Ahora bien, no se trata de estigmatizar ni juzgar precipitadamente a los adolescentes y a los jóvenes que utilizan el espacio cibernético, el tema es ver para qué lo utilizan y cuánto tiempo.
Es necesario conocer -en conjunto con los adolescentes-, el uso de las nuevas tecnologías para evitar un mayor distanciamiento generacional. Establecer un canal de diálogo con ellos para tratar de comprender su forma de comunicación con sus pares, pero advertir a los hijos sobre el riesgo de exponerse en Internet y a través de otros medios.

Es importante limitar el tiempo de uso de la computadora, enfrentar a los adolescentes a situaciones reales, fomentar que se junten con amigos y /o realicen actividades con otros para evitar que la pantalla supla la vida real.

El desafío es transmitir a los hijos la aventura que implica ir conociendo poco a los demás y a uno mismo de manera vulnerable y honesta, con todas las herramientas que hoy disponemos. Si tengo relaciones sexuales por Internet me estoy perdiendo la tremenda posibilidad de aprender y crecer de la interacción con otro, mutilo mis posibilidades.

Por Viviana Sosman, psicóloga de la Universidad Diego Portales, especialista en adolescentes.

Qué difícil es hablar de sexualidad, ¿qué hacer?

La sexualidad está presente desde el nacimiento y es un tema que no debe obviarse en las conversaciones, aunque cueste.
La educación afectiva y sexual no es una tarea programada, se va produciendo a medida que los hijos crecen. El hablar de sexualidad debe responder a las necesidades de los hijos, no a las de los padres.
Es importante hacerlo progresivamente, comunicarse acerca de estos temas con naturalidad al ritmo que los adolescentes necesiten, apoyarse en ejemplos: libros, revistas. Otras veces, simplemente aprovechar las oportunidades tal como se presentan: a causa de un comentario, a raíz de una película o programa de TV. Así se puede aprovechar la ocasión para hablar de la sexualidad como algo cotidiano.
Aquí un ejemplo: Susana, evita conversaciones con su madre y no sabe por qué le irrita la interacción con esta. “Ella como quien no quiere la cosa, me hace cada vez más preguntas sobre mi pololo, cuánto lo veo, qué hago con él, si nos juntamos solos o con otros amigos”, comenta.
En el trabajo terapéutico, descubrimos que lo que no le gustaba a Susana era sentirse presionada a comentar sobre su vida, como sometida a un interrogatorio. “No es que yo no quiera hablar de estos temas con mi mamá, incluso quizás me aliviaría que ella me preguntara directamente si tengo relaciones sexuales con mi pololo y me llevara al ginecólogo", agrega.
En la comunicación acerca de la sexualidad se requiere mucha delicadeza, porque los jóvenes necesitan hablar de ella, pero no sentirse invadidos. Es importante fomentar la responsabilidad bien informada, es decir, ayudar a los adolescentes a desarrollarse como personas capaces de tomar decisiones razonables, por medio del diálogo y el conocimiento.
Imaginemos un río en el que los padres están en una orilla y los hijos en otra, intentando hablar, pero sin poder hacerlo a causa de la distancia. Inventemos, también, que hay un puente entre las dos orillas. En general deben ser los padres los que tienen que dar el primer paso para cruzar. Recordar cómo se sentían cuando eran adolescente: con miedos, angustias, deseos. La necesidad de recibir información puede ayudar a cruzar el río empáticamente.
También genera un clima de confianza revelar experiencias propias. Los padres pueden contar sus vivencias sentimentales y sexuales, siempre adecuando la conversación a lo que los hijos puedan escuchar.
Si se crea un clima de tranquilidad y credibilidad, los hijos irán preguntando sus dudas y podrán aclarando temas y profundizando en la educación sexual. Esto permitirá no dedicar un día exactamente a hablar de sexo, sino considerar este tema como normal y sobre el que se puede hablar en cualquier momento que sea necesario.

Prevención para una sexualidad sana

La educación afectiva y sexual puede ser una oportunidad de conversar sobre los temas de interés de los adolescentes, una ventana para dialogar, no la sola entrega de información.

Los adolescentes necesitan padres que les dejen espacio suficiente para crecer, que les permitan hacerlo a su propio ritmo y estén cerca, sin agobiar.

Como hemos hablado en columnas anteriores, la educación afectiva y sexual es fundamentalmente un proceso basado en el día a día, comunicarse acerca de estos temas con naturalidad al ritmo que los adolescentes necesiten. Apoyarse en ejemplos: libros, revistas, videos; otras veces, simplemente aprovechar las oportunidades tal como se presentan a causa de un comentario, a raíz de una película o programa de TV. Así se puede aprovechar la ocasión para hablar de la sexualidad como algo cotidiano.

La investigación de la sexualidad, forma parte del desarrollo normal del adolescente, de su bagaje de experiencias y de su progresiva construcción de un mundo adulto.

Evidentemente, estas relaciones pueden ser vividas con inquietud por padres y madres que temen fundamentalmente por la posibilidad de que sus hijos o hijas sufran experiencias físicas o emocionales que influyan negativamente en su vida personal y familiar. El temor es muy válido, pero la vacuna no consiste en intentar aplazar o evitar las relaciones sexuales. El asunto pasa por favorecer que, cuando éstas se produzcan, los adolescentes dispongan de criterios y orientaciones suficientes para incorporar armónicamente la experiencia sexual a su mundo personal.

Para un número importante de adolescentes, la practica sexual, no revierte en satisfacción, sino que genera insatisfacción y angustia. Se sienten muy culpables y con la sensación de estar decepcionando a sus padres.

Existen una serie de factores que influyen en la actitud de los adolescentes hacia la sexualidad. La ilusión de algo bueno, puede tornarse en una experiencia frustrante e, incluso, traumática. Las consecuencias de esto pueden derivar a mediano y largo plazo en disfunciones sexuales, sentimientos negativos hacia la sexualidad, falta de deseo.

Es muy importante fomentar la responsabilidad bien informada, es decir ayudar a los adolescentes a desarrollarse como personas capaces de tomar decisiones razonables, por medio del diálogo y el conocimiento; considerando la necesidad que tienen los adolescentes de vivir y expresar su sexualidad como parte de su desarrollo y crecimiento.

Viviana Sosman, psicóloga de la Universidad Diego Portales, especialista en adolescentes.